
No sé por qué, ni cómo definirlo, pero hay momentos en la vida (y no porque haya vivido tanto) en que se te juntan las ganas de gritar con el llanto, y ese nudo en la garganta que se hace tan inmenso que no lo podés atravesar, porque se queda ahi instalado y te corta las palabras y el grito se enmudece en el vacío absoluto que te rodea. Porque te rodea la nada cuando todo está adentro tuyo, cuando se juntan el malestar físico y mental, de llorar sin lágrimas, de dejar el alma despedazada, justo ahí donde se alojan las emociones, sensaciones, sentimientos. Justo cuando la euforia se apaga y te queda tan sólo un vestigio de aquello que fue, que ya no existe más que en tu memoria. Porque el presente es tan fugaz que al pensarlo ya comienza a ser pasado y el futuro que se avecina, se presenta, y no como regalo sino como realidad inevitable. Y al hacerte consciente de todo esto, ya dejaste atrás tantas otras cosas que afectaban tu vida, y ya no lo hacen, al menos no te afectan en gran medida, porque tu alma se eleva y comienza a preocuparse por cuestiones más importantes y profundas, que una simple depresión por quedarse en la cama un sábado a la noche, o agotar un domingo con planes no realizados, anotados en un papel. Un papel frágil, casi tanto como tu estado de ánimo; ciclotimia constante que te incita a estallar en gritos, lágrimas, una risa exageradamente elevada, decíbeles al borde de aturdirme.
Y la cabeza gira y da vueltas, y no llega esa paz que tanto busco. Esos instantes preciados de absoluta calma. Despertar en madrugadas oscuras, quietas. Se escuchan las gotas, el único sonido no emitido, pero que logro escuchar a pesar del desorden mental en que se encuentra mi cráneo.
- Basta! - me repito una y otra vez. - No podés sentirte así -.
Sigo sin encontrar respuesta a tantas preguntas, sin solución, tan sólo locura, o al menos lo que tratan de definir con esa palabra.
Comentarios
Publicar un comentario
Exprese, comente y luego haga click.